Se podría pensar que la poesía estaba extingida, pero internet ha vuelto a insuflarle vida. Varias poetas jóvenes difunden, debaten y comparten su poesía a través de blogs y redes sociales.

Montblanc se viste de Sant Jordi
Ana C. Baig | Merced Muñoz | Txell Partal
Montblanc, un pueblo situado en la Conca de Barberà, aún conserva su aspecto medieval gracias al magnífico mantenimiento de la muralla y de diversos edificios de la época, como la Iglesia de Santa María la Mayor o las viviendas que rodean a la Plaça Major del pueblo, que nos invitan a viajar entre los siglos V y XIV.
Cada año, alrededor del día de Sant Jordi (23 de abril) el pueblo se traslada al pasado y se vuelca en la celebración de la semana medieval. Una fiesta que, con tan solo 28 años, ya es un orgullo y una tradición para los montblanquinos. Todo comenzó por la inquietud de un grupo de jóvenes que tenían ganas de hacer cosas por el pueblo y que utilizaron la leyenda como excusa para hacerlo. Cabe recordar que Montblanc, con poco más de 7.400 habitantes, es un pueblo muy activo que cuenta con cerca de 100 entidades dedicadas a la cultura popular.
CatalánCastellano
LA LEYENDA
Hace cientos de años, en las puertas de la muralla de Montblanc, se presentó un dragón maléfico. Con su aliento fétido y venenoso mataba a los rebaños de ovejas y amenazaba a la población. El rey convocó a toda su gente y pactaron dar todos los días un par de ovejas a la bestia. Una vez acabadas todas las ovejas, le dieron toros y, después, caballos. Y cuando ya no quedaban más animales, decidieron por sorteo que cada día librarían una persona al dragón. La hija del rey fue la encargada de sacar un nombre y salió el suyo. Todo el mundo estalló en lloros, pero la joven salió hacía el bosque a cumplir su suerte. De golpe, vio a un joven caballero con su armadura dorada, encima de un caballo blanco como la nieve. La princesa le pidió que no se expusiera a una muerte segura. Él le dijo que se llamaba Jordi y que venía a salvarla. Entonces se presentó el dragón, y el caballero lo hirió en el ala izquierda. Cogió por el cuello al dragón para que ella lo llevara al pueblo. En medio de la plaza los esperaban todos. En otro golpe de lanza, el caballero mató al dragón, que se fundió en la tierra y se convirtió en un rosal de rosas rojas como la sangre. Sant Jordi recogió la más bonita y se la entregó a la princesa. Después, salió de las murallas de Montblanc, volviendo a la lucha.
Hace cientos de años, en las puertas de la muralla de Montblanc, se presentó un dragón maléfico. Con su aliento fétido y venenoso mataba a los rebaños de ovejas y amenazaba a la población. El rey convocó a toda su gente y pactaron dar todos los días un par de ovejas a la bestia. Una vez acabadas todas las ovejas, le dieron toros y, después, caballos. Y cuando ya no quedaban más animales, decidieron por sorteo que cada día librarían una persona al dragón. La hija del rey fue la encargada de sacar un nombre y salió el suyo. Todo el mundo estalló en lloros, pero la joven salió hacía el bosque a cumplir su suerte. De golpe, vio a un joven caballero con su armadura dorada, encima de un caballo blanco como la nieve. La princesa le pidió que no se expusiera a una muerte segura. Él le dijo que se llamaba Jordi y que venía a salvarla. Entonces se presentó el dragón, y el caballero lo hirió en el ala izquierda. Cogió por el cuello al dragón para que ella lo llevara al pueblo. En medio de la plaza los esperaban todos. En otro golpe de lanza, el caballero mató al dragón, que se fundió en la tierra y se convirtió en un rosal de rosas rojas como la sangre. Sant Jordi recogió la más bonita y se la entregó a la princesa. Después, salió de las murallas de Montblanc, volviendo a la lucha.
En 1987 los montblanquinos representaron la leyenda de forma teatralizada, y debido al éxito que tuvo entre los ciudadanos, decidieron repetir la experiencia. A partir de este momento, la fiesta ha ido creciendo año tras año: en la actualidad se celebran más de una veintena de actos. En estas fechas el pueblo recibe alrededor de 60.000 visitantes, hecho que ha propiciado que fuese declarada fiesta de interés turístico por la Generalitat y por el gobierno de España.
Cuando las banderas señoriales invaden las calles la gente de Montblanc se prepara para vivir diez días llenos de trabajo y de visitantes. En las calles desaparecen los letreros normales de los comercios, que pasan a decorarse con adornos medievales durante dos semanas. La gente deja su vestimenta habitual para ponerse los trajes propios de la época. Todo esto es la culminación del trabajo hecho durante muchos meses previos.
La Associació Medieval de la llegenda de Sant Jordi, con aproximadamente unos 600 socios, es la entidad organizadora de todos los actos que tienen lugar esos días y cuenta con el apoyo del pueblo. Si algo es representativo de esta fiesta es la implicación de la gente, llegando a haber más de 1.000 participantes involucrados de forma activa: “Nosotros todo esto lo montamos en nuestras horas libres. Hay gente que incluso se pide vacaciones para hacer frente a todo el trabajo que tenemos” explica Joan López, presidente de la asociación.
Hoy en día, esta fiesta consiste en reproducir durante dos semanas la vida medieval: la estrella del programa es la representación de la leyenda. Los montblanquinos eligen de entre todos sus jóvenes de 18 a 21 años, por medio de un casting popular, a los que serán los protagonistas de la obra. Un sueño deseado por muchos desde que son pequeños y que es motivo de orgullo para los habitantes del pueblo.
El presidente de la Associació Medieval apunta: “es una satisfacción muy grande ver que hoy Marc y Esther –los actuales Sant Jordi y princesa- están realizando su sueño gracias a una pequeña aportación mía y de mucha más gente”. Y añade: “yo no volveré a ser Sant Jordi y a tener esa sensación. Pero sé que con mi trabajo puedo hacer que más gente del pueblo la pueda tener”.

Marc Pallissó, estudiante de Comunicación e Industrias Culturales de la UB, es el Sant Jordi de este año. Desde pequeño ha vivido esta experiencia haciendo de esclavo, estandarte y graller. “Es un sueño hecho realidad. Hacerse fotos con los pequeños es lo mejor de estos días; hasta hay algunos que me preguntan si soy el de verdad”, comenta el joven.
Después de 28 años, esta fiesta se ha convertido en una tradición que miles de visitantes disfrutan. “Estoy convencido de que si no viniera nadie igualmente celebraríamos esta semana por los propios habitantes de Montblanc. Ya es algo nuestro y nos sentimos muy orgullosos”.

Esther Català la princesa elegida de este año, estudia administración, aunque su vocación es ser maestra. Desde pequeña ha soñado con convertirse en la princesa de la semana medieval de Montblanc. Ha participado en distintos papeles a lo largo de estos años como abanderada y actuando en la representación de Dracum-la representación de la llegada del dragón-. “Lo que más me gusta es ver cómo el pueblo se involucra para sacar adelante la fiesta sin obtener nada a cambio. Con tan solo la sonrisa de un niño ya merece la pena toda la dedicación”, explica mientras se coloca su capa de terciopelo azul.

Valentí Martí (a la izquierda en la foto) es herrero artesanal y lleva 25 años participando en la fiesta.
Pum pum pum es el sonido que el martillo hace cuando Valentí lo golpea contra el hierro incandescente. Este herrero artesanal de profesión va moldeando con paciencia y brío el metal ardiente para crear una de las esculturas que expone al lado de la forja.
El artesano de Espluga de Francolí explica porqué le gusta venir a esta fiesta: “sirve para enseñar este oficio que a veces parece haber desaparecido; pero todavía se practica”. Él es la tercera generación de su familia que se dedica a la herrería y disfruta viniendo a enseñar su trabajo porque son los únicos días del año que ven el sol.
Para Valentí la fiesta en el tiempo ha crecido de forma exponencial. Empezaron siendo “cuatro paradas” en el centro de la plaza, hoy en día ya se ha extendido a todo el pueblo y ha pasado a durar diez días.

Anna Pubill es dueña de una tienda de bebés. Ha participado toda la vida en la semana medieval.
Con un vestido beige y un chaleco rojo acordonado ofrece a los visitantes curiosos productos de madera de la tienda que regenta. “Desde pequeña he hecho de bufón, he estado en banderas y he ayudado a montar el banquete real”.
El rigor histórico es visible tanto en la actitud como en el vestuario de todos los que participan. Para Anna el ambiente y la relación generacional son virtudes que se ven reflejadas durante la preparación de la semana medieval.
“Preferiría estar ayudando en la fiesta que vendiendo, pero tener un negocio es lo que conlleva”, comenta. Todos los ciudadanos de Montblanc coinciden en que es un orgullo ser del pueblo donde sucedió la leyenda de Sant Jordi.

Josefina Baciena (a la derecha en la foto) es originaria de la Conca de Barberà y dueña de una mercería de Montblanc desde hace 13 años.
Vestida como una pueblerina de la época, monta una parada delante de su tienda en donde hoy enseñará cómo se tejen las redecillas de las nobles. Para ella estos son días muy importantes y bonitos no solo por la festividad, que atrae a miles de turistas, sino también por lo que supone para su trabajo.
Mientras empieza a tejer Josefina explica: “la crisis ha afectado a las ventas, pero los ciudadanos de Montblanc siguen confeccionando sus vestidos para la ocasión”.

Puri Ruiz es una turista de Barcelona que visita Montblanc.
La copa de vino en la mano ameniza las carcajadas que comparte con sus amigas. Mientras, luce una corona de flores recién adquirida en uno de los puestos de la plaza. Puri está maravillada con el pueblo: “Hemos venido un grupo de tres autocares desde la Trinitat Vella a pasar el día. Es la primera vez que vengo a la semana medieval”, explica.
Esta fiesta ha pasado a acoger el Mercado de Vinos y Cavas con denominación de origen Conca de Barberà, que anteriormente se celebraba fuera de la semana de Sant Jordi.
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