La Ribera: entre turistas y cultura

La Ribera: entre turistas y cultura

NATALIE DONBACK

La cara histórica del barrio de La Ribera muestra con orgullo sus tesoros como la basílica de Santa María del Mar y el Arc del Triomf. Son lugares visitados principalmente por turistas, cuya presencia ha cambiado cada vez más al barrio, para bien y para mal. Según un barcelonés, los turistas pueden ser obstáculos, aunque el barrio sigue siendo uno de los diez más “cool” del mundo según La Vanguardia. Es una Meca para diseñadores independientes y compradores interesados en algo más auténtico que la oferta de Zara. Hace algunos años La Ribera era algo completamente diferente, poca gente quería vivir allí. Es gracias a los comercios y a la vida nocturna que el barrio se ha ido transformando en un centro de creatividad.

La Ribera, comúnmente conocida como El Born, es un antiguo suburbio de la Barcelona romana que se incorporó a la ciudad con la expansión de la misma fuera de la muralla. Muchos oficios de la ciudad se instalaron en el barrio gracias al comercio marítimo del siglo XIII . A quienes se dejan perder en sus callejuelas se les abre un mundo de tiendas tan especializadas y distintas entre sí que provocaría envidia en cualquier parisino. Hay un ambiente creativo que deja fluir las tendencias libremente, como se puede ver en la manera de vestir y de ser de muchas personas del barrio: son diferentes.

Mucha gente llega a la Ribera bajando en la estación de metro Jaume I. Desde allí, la calle Argentería lleva a la famosa basílica de Santa María del Mar, construida entre 1329 y 1383. La calle está llena de restaurantes de tapas mayoritariamente destinados a turistas. La Plaza de Santa María está llena de terrazas y espectadores tomándose jarras de sangría industrial debajo de un cartel que dice “Please stop the music torture”. A unos metros de la plaza se encuentra un verdadero personaje del barrio: “la mujer de los gatos”. Al pasear por el barrio es fácil verla sentada junto con sus mascotas en una de las macetas que bordean la calle.

La gran basílica tiene un tono más blanco que los edificios de alrededor: se limpia un poco más para los tres millones de visitantes que vienen cada año. El ambiente en el interior es más tranquilo que en la plaza, pero el nivel de ruido sigue siendo más alto de lo que debería ser dentro de una catedral. El aroma de incienso predomina sobre el de la muchedumbre.

Al final del Passeig de Born se encuentra el Born Centre Cultural (BCC), un espacio de ocho mil metros cuadrados inaugurado durante la Diada del año pasado. La estructura de hierro es el antiguo Mercado de Born, abierto a finales del siglo XIX. La exposición permanente de la Barcelona de 1714 incluye los restos de una ciudad devastada por las tropas de Felipe V. Es, en muchos sentidos, un homenaje a Catalunya y su historia. Según Roger Puigví, consejero técnico del Ayuntamiento, “el centro cultural es un éxito. Los primeros seis meses ya había recibido más de un millón de visitantes. Es un sitio que realmente ha valido la pena”.

La cultura constituye el núcleo turístico del barrio. Fuera del museo Picasso se puede ver colas de 100 metros y el Ayuntamiento acaba de invertir 84 millones de euros en el BCC según datos de El País. Sin embargo, hay gente que cuestiona la transformación del barrio. Esteve Nabona, director del coro del Palau de la Música, quiere convertir la cultura en algo para todo el mundo. “Desde hace unos años la realidad del Palau ha ido por un lado y la realidad del barrio por otro. Al final se ha convertido en un especie de bunker: se encuentra en el barrio de la Ribera pero no ofrece nada al barrio”.

Con esto en mente, crearon el proyecto Clave XXI, que ofrece a la niñez del barrio una actividad coral de forma continua. Es una manera de integración en la sociedad y de conectar a las niñas y niños con otros coros. Ahora el proyecto consiste en 30 coros en total. “Faltan proyectos atractivos y falta que la gente sienta que está cooperando con la sociedad, que no está al margen”, sostiene Nabona.

La Asociación de Vecinos del Casc Antic también cree que hay problemas de exclusión en el barrio, por lo que quieren recuperar el espacio público del distrito. La presidenta, Sol Ruiz de Vargaz, considera que los alquileres han subido mucho debido al boom turístico y mucha gente del barrio se ha tenido que marchar. En su opinión, el BCC no está integrado dentro de la vida de los vecinos, ya que está  muy dirigido a los turistas.  Y añade: “dentro de poco el barrio será un parque temático. Barcelona ha llegado a su límite de absorción de turistas”.

Carles Sánchez, de la Comisión Vecinal de Afectados por el Proyecto Urbanístico del Born, cuenta que hay una gran presión para alquilar pisos a turistas, especialmente considerando la situación de paro. Sánchez es el último de su edificio. Todos los demás han sucumbido. Entre turistas y edificios todavía es posible ver las pancartas con diferentes frases que la Comisión ha colgado en el barrio.

José, también de la Comisión, es del barrio de “toda la vida”. Señala una pareja mayor con un perrito y comenta que el propietario del piso donde viven el hombre y la mujer después de cuarenta años les ha subido tanto el alquiler que se tienen que marchar. Además, José cuenta que hay problemas de ruido y consumo de alcohol en las calles, pero asegura que cuando llama a los Mossos d´Esquadra, éstos le dicen que no pueden ir.

Hacia el parque de la Ciutadella y el Arc del Triomf hay un ambiente más tranquilo. El Paseo de Lluís Companys está bordeado de pistas de petanca y todos los días se puede ver jugar a los vecinos mayores que vienen cada tarde a socializar. Muchos también vienen para mirar, sentados en los bancos al lado de las pistas hablan y fuman, así pasan la tarde. Uno de los jugadores, Miguel Ángel, cuenta que esa parte del barrio le gusta por las zonas verdes, el transporte público y la tranquilidad.

El parque de la Ciutadella, construido en la segunda mitad del siglo XIX, es uno de los más grandes de la ciudad. El parque se adapta a las temporadas cambiando de colores y de olores. Es un lugar popular para pasar el rato y escapar del ritmo alto de la ciudad. En verano, el parque está frecuentado por parejas o grupos de amigos: se sientan en mantas, toman cervezas y comen al estilo picnic. Hay quien trae sus instrumentos para tocar un rato o  hace yoga en la hierba bajo la sombra de los árboles.

Ciertamente, la Ribera es una mezcla del avance moderno en arte y cultura, pero no deja de lado sus raíces históricas. Es difícil mantener tradiciones en un barrio tan propenso al cambio como es el Born, debido en gran parte al turismo. Durante las fiestas del 1 de Noviembre unos vecinos vendían castañas en la plaza delante del BCC. Algunos niños del barrio y sus padres las compraban mientras algunos turistas sacaban fotos para memorizar esta costumbre catalana.

La transformación de la Ribera a través del negocio

El Paseo del Born y las callejuelas a su alrededor constituyen el centro de ocio y comercio del barrio. Hay varios bares con los precios de los mojitos escritos en las ventanas, así como tiendas lindas y diferentes. La presidenta de Born Comerç, Marga Domingo Foix, cuenta: “llevo 19 años aquí y he vivido todo el cambio, de no haber ninguna tienda, a haber muchas. Todas estas calles eran antiguos almacenes, con puertas cerradas y persianas de hierro. Además estaban llenas de drogadictos y de gente que robaba a los turistas que venían a visitar el museo Picasso”. También explica que son los comerciantes quienes hacen que el barrio salga adelante. Según ella, poner tiendas con inversión privada es lo que ha llevado al barrio a ser lo que es. El consejero técnico Puigví comenta que antes había un “problema de inseguridad brutal” y que había calles donde era verdaderamente peligroso pasar. Según él,  la cantidad de robos ha disminuido cerca de un diez por ciento.

Domingo Foix apunta que el cambio ha provocado altos incrementos también en los alquileres de locales comerciales. Según La Vanguardia, un local de 150 metros cuadrados al lado del BCC puede alcanzar los siete mil euros al mes. Son pocas las tiendas del barrio que ofrecen servicios y productos a los vecinos que no estén dirigidos al turismo. Un trabajador de Casa Perris en Plaça Comercial cuenta que el negocio familiar tiene 80 años. La tiendecita está especializada en frutos secos y otros alimentos, como garbanzos y arroz. En la calle de Santa María se encuentra “La Butifarrera”, otro de los pocos negocios tradicionales que ha conseguido sobrevivir en el Born.

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