Construir trabajadores

Construir trabajadores

TARISHI BELANI Y MERCED MUÑOZ

Agustín Oliva se siente alegre pero nervioso. Este joven procedente de Huelva –Andalucía- transmite desde la figura de un usuario de 25 años cómo ha cambiado su vida desde que acude a los talleres que imparte la Fundación Joia.

Dicha entidad sin ánimo de lucro se creó para ayudar a las personas que tienen problemas de salud mental a poder reincorporarse al mundo laboral. Fue una de las primeras fundaciones en ofrecer un servicio de rehabilitación comunitaria. Su compromiso por la salud mental fue tan intenso que acabó convirtiéndose en partner de la red pública.

Joia, creada en 1983 en el barrio de Sants –en el distrito de Sants-Montjuic- no es la única entidad en tratar afecciones relacionadas con la salud mental en la zona. La Associació Catalana de Traumàtics  Cranio-Encefàlics (TRACE), que trata problemas de discapacidad intelectual, y la Associació de Familiars de Malalts  Mentals de Sants-Montjuïc también forman parte de proyectos de ayuda social.

El centro fue pionero en incorporar a personas con trastornos mentales al mundo laboral, pilar fundamental de los talleres que realiza. El límite máximo para conseguir esta incorporación es de dos años, tiempo en el que la motivación adquiere un papel fundamental.

Agustín sólo lleva tres meses en el centro y está muy entusiasmado. Eso, según los profesionales, se refleja significativamente en el progreso. “Me veo con muchas ganas de trabajar, no sólo por tener la mente ocupada sino por ayudar económicamente en casa”, señala Oliva, y explica que le gustaría ser Dj: “Me estoy preparando para sacarme el título”.

El joven andaluz, con 25 años, se encuentra en la mitad de la franja de edad que se necesita para estar en el programa de servicio de Rehabilitación de Jóvens que ofrece el centro (mínimo 16 años y máximo 31). Tratan perfiles muy amplios; desde personas con problemas emocionales hasta usuarios con dificultades como trastornos mentales severos.

“Ahora trabajamos con 90 usuarios activos, que realizan actividades individuales y grupales”, afirma Óscar Lozano, coordinador y psicólogo de los Servicios de Rehabilitación Comunitaria de Adultos y Jóvenes, que actualmente forma parte de la Fundació Joia junto a otros 144 profesionales.

Cocina, carpintería y electricidad son algunas de las temáticas de los talleres que se realizan en el centro, con la finalidad de preparar a los usuarios de cara al mundo laboral. “Antes estaba en un centro de Mollet del Vallès (Barcelona) donde también se realizaban actividades, pero con menor intensidad”, afirma el joven onubense y explica que en la Fundació Joia se siente más ocupado, ya que los talleres son de lunes a jueves.

Con estas actividades trabajan las habilidades cognitivas (memoria, atención, concentración…) y realizan ejercicios de rehabilitación social que pueden desarrollarse fuera del aula. “Los viernes los dedicamos al ocio, ayudándoles a incorporarse a actividades culturales o deportivas, como ir al cine” apunta Lozano. Y añade: “no pretendemos ser un centro en el que la gente viene a encerrarse sino que tratamos de ayudarles a abrirse a la comunidad”.

No todos los jóvenes llegan al centro de la misma manera que Agustín. Muchos forman parte de la red de salud mental pública, donde un profesional delibera si están en condiciones de poder realizar este tipo de actividades.

En este proceso de admisión también cuenta la valoración de Óscar como psicólogo. “Para poder ser usuario del centro es necesario cumplir tres criterios básicos: principalmente, tener conciencia de trastorno, estar en tratamiento y, por último, disponer de cierta autonomía”, explica Lozano, quien  señala que “un ejemplo de esta autonomía es Agustín, que puede  venir por su cuenta al centro aunque viva en Santa Perpetua (Barcelona)”.

Óscar también se involucra en actividades grupales de tipo psicoterapéutico, especialmente apoyándoles con problemas que pudieran tener a la hora de trabajar.

Para evitar estos problemas, se realiza un proceso de orientación en el que primero deciden de qué quieren trabajar o qué quieren estudiar. Cuando ya lo tienen claro, los profesionales del centro les ayudan a ver qué demanda el mercado laboral para personas en su situación. “Aproximadamente el 40% de las personas que empiezan el programa acaban trabajando o estudiando”, afirma Lozano.

Hay dos vías para que estos usuarios puedan acceder al mundo laboral: si tienen certificado de discapacidad se buscará en la red de empresas protegidas y si no disponen de él, se accederá a la red de empresas ordinarias.

Son dos redes distintas pero a veces se complementan. Esto depende de la autonomía de cada usuario; algunos son más independientes y otros necesitan más apoyo a la hora de buscar trabajo. Éstos últimos pueden ir acompañados de sus técnicos de atención directa a las entrevistas.

Lozano apunta que uno de los factores más importantes es el seguimiento una vez dentro del mundo laboral: “nuestro trabajo con ellos no termina cuando salen del centro, sino cuando son capaces de ser totalmente autónomos, en eso consiste el programa”.

Otro de los factores que cita Lozano es el apoyo que reciben los usuarios. Agustín contaba con la ayuda de su familia cuando entró al centro. “Mi madre ha sido un pilar fundamental, pero nadie me ha apoyado tanto como mi hermano pequeño”, concluye emocionado el joven onubense.

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