Perfil: Artur Mas, Presidente de la Generalitat.
El filón de la independencia
ANA LERÍA
Artur Mas nació en el seno de una familia acomodada en Barcelona, en 1956. Tanto la familia de su padre como la de su madre poseían empresas, metalúrgica y textil, respectivamente. Quienes lo conocen afirman que es un hombre muy familiar. Tiene mujer y tres hijos a los que intenta dedicar el máximo tiempo que sus obligaciones políticas le permiten.
No siempre estuvo interesado en la política. De joven la evitaba. No será hasta 1982, cuando Mas accede al sector público, que empieza a interesarse en la materia. En esa fecha entra en el Departament de Comerç, Consum i Turisme, y se dedica a captar inversiones extranjeras en Catalunya.
En 1987 se afilia a Convergència i Unió y entra en las listas electorales como concejal del Ayuntamiento de Barcelona, donde permanece hasta 1995. A partir de ahí, su meteórica carrera le hace llegar hasta la presidencia de la Generalitat de Catalunya.
La ambición, unida al deseo de protagonismo que lo caracteriza, le ha hecho llevar a cabo en los últimos años unas políticas secesionistas en Catalunya. Clama por la independencia de forma reiterada, pero no siempre ha sido así.
Este movimiento, aunque ha estado presente entre algunos habitantes de Catalunya, le surge a Mas como una necesidad de seguir gobernando. Convoca elecciones anticipadas en 2012, después de haber sido elegido en 2010 por mayoría, para afianzarse en el poder. Pero la jugada no le sale bien. Pierde 12 escaños en el Parlament, lo que le lleva a una coalición con el partido tradicionalmente independentista, Esquerra Republicana, cuyos principios -aparte del deseo de independencia- distan mucho de los de CiU.
Ahora tiene sobre la mesa el desafío hacia el gobierno central de llevar a cabo una consulta alternativa, a la que varias veces se ha cambiado el nombre, porque no ha sido aceptada. Ahora la llaman “proceso de participación ciudadana”.
Mas ha decidido no obedecer al gobierno español, y pase lo que pase, el día 9 de noviembre se hará una consulta al pueblo: a través de las urnas, se le pedirá si quiere que Catalunya sea un Estado y, de serlo, si quisiera que fuese independiente. Por estas razones podría considerarse al presidente de la Generalitat como una persona de fuerte testarudez.
Pero ¿qué pasaría con Artur Mas si, en el proceso participativo, se viese que los catalanes no quieren ser un país independiente de España?Con cualaquiera de los resultados probables, lo tendría muy difícil para continuar gobernando.
Si gana el no o el sí/no, sería un fracaso, y en las siguientes elecciones autonómicas (que según numerosas fuentes se adelantarían a febrero de 2015) puede que tuviera que renunciar a sus cargos públicos, o que no fuera reelegido presidente.
En caso de que el escrutinio de la consulta se saldara con una mayoría aplastante de sí/sí, habría que considerar que en el hipotético Estado catalán surgirían las diferencias entre los dos partidos que hasta ahora han sido aliados, pues ya no habría ninguna cuestión que los una.