OPINIÓN
Disculpen las molestias
FRANCESC-XAVIER SORIA
Finalmente se ha votado. Como se esperaba ha habido una gran participación y los votantes han encajado con civilidad las molestias. A saber: colas por un número considerablemente reducido de locales donde votar, un censo ad hoc que ha generado algunos retrasos y dudas sobre dónde exactamente votar. Pese a todo, la disciplina y el orden de los miles de voluntarios han sido proverbiales para que una masa ciudadana ávida haya dejado su papeleta en las urnas. Las continuas amenazas legalistas contra voluntarios y autoridades catalanas, más que reducir la participación, han provocado un aumento exponencial en la afluencia a las urnas. No cabe duda de que la “no estrategia” del Gobierno español ha sido un desastre. Pocos dudan en Catalunya de que si hubiera habido un referéndum temprano, hecho de buena lid y con todo tipo de garantías legales, el NO hubiera ganado claramente al SÍ y la cuestión catalana se hubiera congelado durante al menos un lustro.
No obstante, ahora las urnas de cartón están llenas de votos. Los ruidos de cacerolas de días anteriores parecen haber exorcizado a los legionarios. Estos no han desfilado por la Diagonal bajando del cuartel del Bruc y la cabra de la Legión no ha dejado de pacer en Perejil. Pese a todo ha habido algún conato de violencia: puertas de algún colegio selladas con silicona y una miríada de pequeños ataques de impotencia al grito de “¡Viva España!”. Nada grave. Todos aquellos que querían votar, lo hicieron.
Que no habría una oposición frontal y violenta del Estado español ante el nuevo 9N ya se sabía desde principios de semana, cuando Rafael Catalá –el nuevo ministro de Justicia español que substituía a Alberto Ruiz Gallardón– le tocó el papel de ser el primero en bajar el tono de las amenazas. Soraya Sáenz de Santamaría hizo lo propio al día siguiente ante la catarata de preguntas de los periodistas. Ya solo quedó en los días postreros una inercia coercitiva, aluvial, de funcionarios y políticos. Así, Llanos de Luna, Sánchez Camacho y Albert Rivera ejercieron su ya tradicional papel de heraldos del miedo. Ellos no han dejado nunca de cejar en su empeño en parecerse políticamente a Valeriano Weyler en Cuba. Y ya sabemos cómo acabó lo de Cuba.
Ahora, un hecho y una lectura. El hecho: centenares de miles de ciudadanos han depositado sus votos en las urnas proscritas por el Estado español. La lectura: el máximo tribunal de justicia español, el Tribunal Constitucional, ha quedado desautorizado en Catalunya. Finalmente, la Generalitat ha convocado la consulta, le ha dado apoyo logístico, ha animado a votar y contará los votos. La quiebra es mayúscula.
Está claro que los ciudadanos catalanes continuarán pagando el IVA, el IRPF y las multas de tráfico, pero la ruptura simbólica con el Estado es de grandísimo calado. Y no tiene vuelta atrás. En Madrid fuentes cercanas al gobierno sugieren que éste adoptará ahora la estrategia de las zanahorias después de la fallida estrategia de los palos. No obstante, el burro catalán no quiere ni palos ni zanahorias. Lluís S., con una plaza de profesor titular en un colegio público y hoy vocal de una mesa, lo deja claro: “Ante una España así, la única salida es la independencia”.
Bien es cierto que ahora vendrá en trompa un Legal Harassment que intentará salvar la cara del Partido Popular. No es una gran estrategia porque no tiene mucho recorrido: no podrán tocar al President, porque iniciarían una guerra, y la guerra ya no se hace en Europa occidental. Tampoco habrá mayores consecuencias para los voluntarios de la consulta, principalmente porque no hay suficientes tribunales ni magistrados para emprender acciones contra miles de personas que consideran que lo único que han hecho es cumplir con su deber cívico.
En todo caso Artur Mas se ha llevado el gato al agua, y con su innata capacidad para ir siempre un paso por delante, ha logrado disipar la fuerza bruta de la reacción. Ahora, reforzado tras la consulta, podrá encarar los nuevos retos de su programa. Suena con fuerza la fórmula del “Partit del President”.
La secuencia del calendario parece clara: lectura de la jornada, cómputo de votos y evidencia de que millones de ciudadanos desean un nuevo Estado en Europa. Posiblemente habrá una nueva llamada a la negociación con pocos visos de éxito. Todo decantará en unas elecciones anticipadas con carácter plebiscitario. Hoy se ha cumplido uno de los pasos cruciales: desobedecer colectivamente el “ordeno y mando” de Madrid. Se han saltado en pértiga todas las pantallas donde quedó estancado el lehendakari vasco Juan José Ibarretxe. La ciudadanía, la gente, ha pedido el paso que le habían negado. Y lo ha hecho con mucho orden y educación. Disculpen las molestias.