El mérito de una vida

El mérito de una vida

Ancianos fabrican un adorno navideño

Amics de la Gent Gran es una asociación que, gracias a la ayuda de muchos voluntarios, consigue que personas mayores, que a menudo se encuentran muy solas, pasen un buen rato y se sientan acompañadas y útiles.

Por María García San Narciso/Annalisa Palumbo

Fotos de María García San Narciso/Annalisa Palumbo

La plastilina ya está lista en la mesa. También las copas de plástico que normalmente se utilizan para comer helado. Velas con purpurina y ramos de acebo esperan a treinta manos creativas, manos llenas de arrugas y de experiencia, que a lo largo de la tarde transformarán esos objetos en adornos de navidad.

Adela Casanova, 87 años, se calza los guantes y pasa el resto a su compañera de la derecha, mientras mira de reojo la obra de arte de la vecina de la izquierda: ya coge forma la base del adorno navideño.

Alrededor de la mesa algunas personas supervisan el trabajo. Son voluntarios de la asociación Amics de la Gent Gran, que ha organizado el taller de manualidades y tertulias navideñas. Entre ellos se encuentra Francesc, un voluntario de 94 años que se ocupa de ir a buscar a casa a los participantes para llevarlos al taller en el Palau Macaya, situado en el pasaje de Sant Joan en el Eixample, y después acompañarlos de vuelta a sus casas.

Francesc lleva de voluntario nada más que un año: “empecé porque la gente me echaba en cara que soy egoísta”, cuenta con una sonrisilla de niño. Al quedarse viudo, se apuntó a un taller de egiptología, y fue justo allí donde una ‘chica’ de 42 años le abrió los ojos. “Tu mujer se ha muerto, vale. Pero no tienes problemas de salud ni económicos, y estás rodeado de una familia estupenda. En cambio, ¿tú qué le das al mundo?”.

Francesc, 94 años, voluntario de la asociación Amics del la Gent Gran

Desde entonces Francesc se dedica a los demás. “No doy nada: recibo”, afirma seguro.

Como él, muchos voluntarios de Amics de la Gent Gran eligen dedicar su tiempo libre a acompañar a la gente mayor. “Con la crisis, pero también con muchas campañas de sensibilización, en los últimos años el número de gente que se ofrece para ayudar en nuestras actividades ha crecido”, explica Sandra Alanzor, responsable de acompañamiento a domicilio y talleres tertulia de la asociación.

Amics de la Gent Gran trabaja por la calidad de vida de las personas mayores proponiendo diversas actividades. Unas son colectivas, como las giras culturales, las vacaciones amigas, o los eventos de Navidad y Sant Joan. Otras establecen un vínculo más humano: un voluntario visita cada semana, en casa o en la residencia, a la persona a la que presta compañía. Las dos horas vuelan rápido: charlan, pasean cuando se puede, visitan el mercado o, simplemente, disfrutan de la mutua compañía.

Esta compañía es justo lo que algunas personas, a menudo muy solas, buscan a la hora de apuntarse a los talleres tertulia. Con la excusa de pedir ayuda, hablan entre ellos, se conocen y hacen que la conversación pase rápidamente de la purpurina a la historia y los problemas de cada uno. Lo que importa no es la plastilina, las cápsulas de café aplastadas como monedas de chocolate, los ramos de acebo o los otros materiales de bajo presupuesto. La conversación es lo que importa.

Sala del Palau Macaya que acoge el Taller Tertulia

Y es que Amics de la Gent Gran consigue hacer mucho con muy poco. Se financian con dinero de la administración pública, ingresos derivados de la venta de las bufandas de la iaia (abuela en catalán), que hacen algunos de sus miembros, la venta de rosas para Sant Jordi,  donaciones y proyectos financiados por entidades como La Caixa. Y por supuesto, también con el trabajo altruista de gente que encuentra un hueco para ofrecer algo, y para recibir también, como decía Francesc.

Según explica Carme Triadó Tur, catedrática de Psicología Evolutiva de la Universitat de Barcelona, este tipo de actividades “aumentan el autoestima”. En esta etapa adulta “hay más probabilidades de que se produzcan pérdidas biológicas, pero esto no implica que tengan que estar enfermos, por lo que es importante que se hagan talleres para activar la memoria y se potencie el ejercicio físico”. Además, “desde el punto de vista psicológico también hay ganancias: tienen más sabiduría para solucionar conflictos”.

Triadó Tur explica que en los últimos años han crecido las universidades para mayores, pero también se apuntan más personas mayores a los cursos convencionales. Esto fomenta “las relaciones intergeneracionales, lo cual es positivo”.

Los adornos de navidad ya están casi listos y los últimos retoques son los de los voluntarios, que se mueven como mariposas de un lado a otro: “es un ángel – cuenta Elisa hablando de la señora que la está ayudando – Todo lo que toca se vuelve bonito, y siempre tiene algo que dar al mundo”.

Adela Casanova ya no se acuerda de cuando empezó a venir a este tipo de talleres, pero asegura que siempre encuentra gente nueva, como Antonia García, de 80 años. Es su primer día. “Hasta han venido a buscarme a casa. Me ha gustado mucho, seguro que volveré”, dice, mientras Meritxell Calvo le da un ramo de acebo. Meritxell es una chica que elige pasar su tiempo con gente que le saca por lo menos 40 años. “Me lo paso bomba con ellos y, además, hay que reconocerles el mérito de toda una vida”.

Alrededor de la sala se ven caras de satisfacción por el trabajo realizado. “¡No me des más acebo, que esto empieza a parecerse a una planta!”- se escucha gritar a un señor. Con la colocación de la vela se da por finalizada la actividad. Cuando llegue la Navidad, más de uno podrá presumir de su obra, ya sean de sus familiares y amigos o, por qué no, con algún voluntario de Amics de la Gent Gran.