
Perfil: Jorge Fernández Díaz, Ministro del Interior del Gobierno de España.
De Santos y de vírgenes: un Ministro en estado de gracia
FRANCESC-XAVIER SORIA
Jorge Fernández Díaz (Valladolid, 1950) es uno de esos personajes políticos que dejaran huella en la historia política española. Su paso por el siempre difícil Ministerio del Interior está siendo controvertido y está plagado por una constelación de casos difíciles de catalogar: las medallas al mérito policial a las vírgenes de porcelana; sus rezos a la unidad de España hechos ante Santa Teresa; o su defensa a ultranza de las cuchillas en la vallas fronterizas de Ceuta y Melilla. También destacó por las comparaciones que hizo entre las muertes de fetos por el aborto y las producidas por ETA.
Bajo su mandato también han florecido dosieres comprometedores que han sido realizados por determinados cuerpos policiales bajo su mando directo. No son informaciones necesariamente ciertas pero sin duda han alterado elecciones intentado desactivar a rivales políticos contrarios.
Jorge Fernández Díaz es el hijo mayor de Eduardo Fernández Ortega, falangista y militar. Eduardo Fernández, fue teniente coronel de caballería del ejército franquista, el mismo cuerpo de desfiló el 21 de febrero de 1939 por la Diagonal de Barcelona para celebrar la conquista de la ciudad. Su hermano pequeño es Alberto Fernández Díaz, veterano político curtido en la política municipal de Barcelona. La familia Fernández Díaz medró cómodamente en la Barcelona franquista de posguerra.
Jorge Fernández Díaz inició su carrera política gracias a los servicios prestados por su padre. Primero estuvo dos años en la delegación del ministerio de trabajo de Barcelona. Más tarde llegaría su cargo como Gobernador Civil, en Asturias y posteriormente en Barcelona. Luego fue Senador por Barcelona y más tarde llegaría a ocupar la presidencia del PP de Catalunya donde tuvo un perfil relativamente moderado alejado de la beligerancia de Alejo Vidal-Quadras, quien le sucederá dos años más tarde, en 1991, en el cargo.
Precisamente en 1991 realizó un viaje a EEUU y allí empezó su “camino de retorno”. Según sus palabras: “Dios salió manifiestamente a mi encuentro […] Yo no negaba a Dios, simplemente vivía como si no existiera”. Tardó seis años en alcanzar la conversión total y su comunión con el Opus Dei. Siendo Secretario de Estado de Administraciones Públicas (a la sombra de su valedor Mariano Rajoy) en 1997 aseguró que ese “fue el año en que el Señor dijo: ‘Hasta aquí hemos llegado. O caixa o faixa’”.
Fernández Díaz puede citar a un general -como a Prim, en la frase precedente- o también a un santo. Esto es comprensible porque ser de la Obra significa comulgar en esa antigua concepción paulina del poder y participar activamente en la defensa a ultranza de la ley. “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”, aseguró Fernández Díaz parafraseando a San Pablo.
Pero, a diferencia del Apóstol de los gentiles, su reino -y su poder- sí es de este mundo. De momento.